Es inevitable , cuando esta uno a solas, buscando en su interior algo de paz o de equilibrio, haciendo un breve resumen de su vida , encontrase con aquella persona que tanto quiso de una manera especial. Inexplicablemente buscas algo de ella y te alegras de que ahora esté bien , porque tú también lo estas , pero no puedes evitar sentir una tristeza infinita y un vacío que te ahoga , sabiendo, que una parte de ti aún desea que seas tú aquella persona que le hace feliz o haber tenido la oportunidad de haberlo intentado.
Me aflige ver , como algo tan grande se ha convertido en nada, guardando lo poco que queda con especial cuidado uno de los dos , sabiendo que aunque duela tenerlo, lo acoge , con la certeza de que no habrá nada igual. Me entristece aceptar como ese alguien que te hizo sentir tan vivo, tan seguro , incluso a veces tan loco , sea ahora un simple desconocido ; que tenerlo cerca te desconcierte y tenerlo lejos te haga sentir hueco , extraño... Te da rabia reconocer que ya no significas nada para él y más aún que para tí , él siempre lo sea. Te enerva esa frialdad que tiene contigo , incluso esa indiferencia airada que muestra ante tí , olvidando todo lo que fuisteis y sorprendiéndote la forma que tiene de comportarse , forzándote a pensar que no la conocías en absoluto.
Por suerte , el tiempo lo cura todo y la distancia te hace olvidar , la vida sigue fluyendo y las personas siguen pasando , vuelves a querer, vuelves a sonreír , vuelves a ser feliz... pero no puedes evitar en la soledad de tu habitación , recordar a esa persona que creías conocer...
Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama.
Uno no se enamoró nunca, y ése fue su infierno. Otro, sí, y ésa fue su condena.
Robert Burton (1577-1640) Escritor y clérigo inglés.
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